viernes, 22 de junio de 2007

ENTREVISTA A ANTONIE DE SAINT-EXUPÉRY


EL PRINCIPITO

A finales de 1935 Antonie de Saint-Exupéry quiso batir un récord de velocidad con su propio “Simoun” en el trayecto París-Saigón. El aviador tenía grandes expectativas sobre esta meta, pero poco sabia lo que realmente le deparaba el futuro.
Durante la prueba sufrió un gran accidente. Cayó sobe el desolado desierto del Sahara algo había fallado en el motor y debido a que se encontraba solo era el único que podía reparar el avión. “Era cuestión de vida o muerte para mí”, así lo recuerda el aviador quien no tenía otra salida más que reparar el avión antes de que se le terminase el agua. Contaba con sólo ocho días antes de que sus suministros se terminaran. Fue aquí, en este hostil escenario donde Saint-Exupéry conoció a quien el llama “El Principito”.

-¿Cómo conoció a el principito?
La primera noche, pues, me dormí, sobre la arena a mil millas de cualquier tierra habitada. Podéis imaginar mi sorpresa cuando, al despuntar el día, me despertó una extraña vocecita que decía: “por favor… dibújame un cordeo”. Me levante de un salto. Me restregué los ojos. Miré detenidamente y vi un niño, realmente extraordinario, que me observaba. Miré esta aparición y abrí asombrado los ojos. No olvides que me encontraba en un lugar desolado. Pero, aquel niño no parecía extraviado, ni muerto de cansancio, ni muerto de hambre, ni muerto de sed, ni muerto de miedo. Sólo quería que le dibujaran un corderito. Su petición me dejo anonadado y debido a que sólo sabía dibujar boas abiertas y cerradas mi primer dibujo fue la primera de estas. Pero el niño no quería eso. Intente complacerlo y comencé a dibujar corderitos, pero o estaba muy enfermo o era un carnero o era muy viejo. Finalmente le entregue un dibujo de una caja y dije: “el cordero que quieres está dentro”. Me sorprendió mucho ver su pequeño rostro iluminarse y exclamar: “¡eso es lo que yo quería!”. Y así conocí al principito.

- ¿Cómo era?
La única forma que pedo realmente describirlo es mediante este dibujo. He aquí el mejor retrato que logre hacer de él (imagen). Pero por supuesto mi dibujo es muchísimo menos encantador que el modelo.

- ¿De dónde viene?
Tarde mucho en entender de dónde venía. El principito, que me hacía muchas preguntas, nuca parecía oír las mías. Unas palabras al azar me fueron revelando todo poco a poco. Un día pregunto sobre mi avión y antes e poder explicarle que “esa cosa”, como él la había llamado, preguntó: “¡así que también vienes del cielo! ¿De qué planeta eres?”. Vislumbré enseguida un destello de misterio y trate de ver si realmente venia de otro planeta, pero no contesto. Por el momento lo único que sabia es que venia de un lugar “tan pequeño”, pues siempre hacia referencia a ello. Con esto logre enterarme de otra cosa, su planta de origen apenas era más grande que una casa. Esto realmente no debía asombrarme, pues sé que a parte de los planetas grandes como la Tierra, Júpiter, Marte, Venus, a los que han puesto nombres, hay oto centenar de planetas, a vece tan pequeños que cuesta verlos por el telescopio. Así cuando un astrónomo descubre un nuevo le pone un número. Tengo sería razones para creer que el planeta de donde venía el principito es el asteroide B 612. Este asteroide fue visto con el telescopio sólo una vez en 1909, por un astrónomo turco.

- ¿Cómo era su planeta?
Cada día yo aprendía algo nuevo sobre el planeta, sobre la partida y sobre el viaje. Entre las conversaciones y al azar de las reflexiones, iban surgiendo poco a poco nuevos datos del planeta del principito. Como por ejemplo los baobabs. Estos son árboles gigantes y exciten en el planeta de mi amigo. Si los baobabs son demasiado grandes y el planeta demasiado pequeño, o hace estallar. Por esto el principito debía, por la mañana cuando terminaba de arreglarse, hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. El principito decía: “hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs, cuando se les distingue de los rosales, a los cuales se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es un trabajo muy fastidioso pero muy fácil”.
Ora característica de su planeta estaba dada también por su pequeñez. Era tan chiquito que al principito le bastaba correr su silla unos pasos y mirar el crepúsculo siempre que le apetecía.

- Usted dijo que poco a poco fue conociendo cada vez más acerca de su plantea y su viaje. Puede contarnos un poco sobre el viaje del principito.
Creo que el principito aprovechó la migración de una bandada de pájaros silvestres para su evasión. La mañana de la partida, puso en orden el planeta. Deshollinó cuidadosamente sus volcanes en actividad, de los cuales poseía dos, que le eran muy útiles para calentar el desayuno todas las mañanas. Tenía, además, un volcán extinguido. Deshollinó también el volcán extinguido, pues, como él decía, “nunca se sabe lo que puede ocurrir”. El principito arrancó también con un poco de melancolía los últimos brotes de baobabs. Creía que no iba a volver nunca. Pero todos aquellos trabajos le parecieron aquella mañana extremadamente dulces. Una vez teniendo todo listo, el pincipito partio.
Se encontraba en la región de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330. Para ocuparse en algo e instruirse al mismo tiempo decidió visitarlos.El primero estaba habitado por un rey., el cual estaba vestido de púrpura y armiño, estaba sentado sobre un trono muy sencillo y, sin embargo, majestuoso.
Tartamudeaba un poco y parecía vejado, pues el rey daba gran importancia a que su autoridad fuese respetada. Era un monarca absoluto, pero como era muy bueno, daba siempre órdenes razonables. “Si yo ordenara a un general que se transformara en ave marina y el general no me obedeciese, la culpa no sería del general, sino mía", decía el rey. El principito estaba sorprendido. Aquel planeta era tan pequeño que no se explicaba sobre quién podría reinar aquel rey.
El segundo planeta, que visitó el principito, estaba habitado por un vanidoso. Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores, por lo que creyó que la visita de mi amigo no era más que la visita de un admirador.
El planeta siguiente estaba habitado por un bebedor quien bebía para olvidar a vergüenza que le producía el beber. Fue una visita muy corta, pues hundió al principito en una gran melancolía. "No hay la menor duda de que las personas mayores son muy extrañas", se decía para sí el principito durante su viaje.
El cuarto planeta estaba ocupado por un hombre de negocios. Este hombre estaba tan abstraído que ni siquiera levantó la cabeza a la llegada del principito. Este hombre serio y preciso, poseía quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. Las poseía, pero no hacia nada con ellas.
El quinto planeta era muy curioso. Era el más pequeño de todos, pues apenas cabían en él un farol y el farolero que lo habitaba. El principito no lograba explicarse para qué servirían allí, en el cielo, en un planeta sin casas y sin población un farol y un farolero.
El sexto planeta era diez veces más grande. Estaba habitado por un geógrafo que escribía grandes libros. Fue este anciano e que recomido al principito visitar nuestro planeta. Así, el séptimo planeta fue la Tierra. La Tierra no es un planeta cualquiera. Se cuentan en él ciento once reyes (sin olvidar, naturalmente, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de borrachos, trescientos once millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos mil millones de personas mayores.

- ¿Qué hacia o qué conoció el principito antes de conocerlo a usted?
El principito, una vez que llegó a la Tierra, quedó sorprendido de no ver a nadie. Tenía miedo de haberse equivocado de planeta, cuando un anillo de color de luna se revolvió en la arena. Fue ahí cuando conoció a la serpiente. Fue ella la que le explico que había caído sobre el desierto y que por ello no veía a nadie, pues la tierra es muy grande. Allí el principito se sentó y admiro el cielo, encontrando entre todas las estrellas su propio planeta. Fue entonces cuando comenzó a preguntarse dónde estaban los hombres. Así comenzó su búsqueda.
El principito atravesó el desierto en el que sólo encontró una flor de tres pétalos, una flor de nada. No sabía dónde podían estar los hombres.
El principito escaló hasta la cima de una alta montaña. Se dijo: "desde una montaña tan alta como ésta podré ver todo el planeta y a todos los hombres..." Pero no alcanzó a ver más que algunas puntas de rocas. Alí sólo conoció el eco.
Pero sucedió que el principito, habiendo atravesado arenas, rocas y nieves, descubrió finalmente un camino. Y los caminos llevan siempre a la morada de los hombres. Así llego a un jardín de rosas. Su flor le había dicho que era la única de su especie en todo el universo. ¡Y ahora tenía ante sus ojos más de cinco mil. Todas semejantes, en un solo jardín! Se dijo: "me creía rico con una flor única y resulta que no tengo más que una rosa ordinaria”. Se lleno de tristeza y fue allí donde conoció al zorro que quería ser domesticado él le enseño al principito que a pesar de todas las roas que habían en aquel jardín ninguna de ellas era igual a la suya. Pero no sólo eso. El zorro compartió con el principito un gran secreto: “sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”.
Luego el principito continúo en su búsqueda de los hombres. Conoció a un guardagujas y a un vendedor de píldoras perfeccionadas que apagan la sed.
- ¿Por qué buscaba el principito a los hombre?
Estaba en busca de amigos y quería conocer muchas cosas.

- ¿Cómo volvió a su planeta?
Con la ayuda de la serpiente, cuando se había cumplido un año de su llegada a la Tierra. Durante la noche fue al mismo lugar en el que cayó. Un relámpago amarillo centelleó en su tobillo. Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito. Luego cayó lentamente como cae un árbol, sin hacer el menor ruido a causa de la arena. Sé que volvió a su planta, pues al día siguiente su cuerpo no estaba.

Saint-Exupéry logró salir del desierto y volver a su mundo. Sus compañeros se legraron de verlo, de saber que estaba vivo. Él estaba triste, pero les decía: "Es el cansancio". Seis años demoró el aviador en contar lo que realmente ocurrio durante su desaparcion en el desierto del Sahara.
“Al correr del tiempo me he consolado un poco, pero no completamente.... Me gusta por la noche escuchar a las estrellas, que suenan como quinientos millones de cascabeles...”

2 comentarios:

Miguel Ortiz A. dijo...

Fabuloso.
Nada qué decir.
Un 7,0

Miguel

Tere dijo...

Me hiciste el día....y la semana tb.
Precioso!
Un beso.